CURTITE FORRO

Como muy atinadamente se ha definido por ahí:

Curtite: jodete, hacete coger, andá a cagar y otras increpaciones a hacerse cargo de las consecuencias del propio actuar -propio de lxs otrxs, claro-.
Usualmente forma frase con la palabra forrx, siendo ¡curtite forrx!, más que un insulto, una demostración de liberación verbal (¿) y una instigación a la asunción y a la demostración de responsabilidad frente al accionar.

He aquí el fundamento sobre el cuál serán vertidas las palabras en este blog, ya que yo, me hago cargo de ellas y me curto (o no) en consecuencia. De la misma manera, se curtirán todxs aquellxs que no aprueben, apoyen y/o gusten de ellas.

Sí, a vos forrx... si no te gusta, CURTITE!!!

viernes, 6 de agosto de 2010

MI VIDA CON ORTO... DONCIA



Yo nunca tuve orto, ni simbólico, ni físico. Muy pocas veces en mi vida, me he ganado algo en alguna rifa, salvo una torta en una escuela en la que trabajaba. Mi vínculo con el azar, es verdaderamente, de mierda. Del orto físico, tampoco hay... parece que la vida te premia con solo una “virtud”, si tenés tetas, difícilmente tengas culo, es casi una regla del universo (claro, siempre hay excepciones cretinas que confirman la regla y la calle Corrientes y la televisión se encargan de hacértelo saber).

No me quejo, ahora, y desde hace un año y medio, puedo decir que tengo orto, orto...doncia, pero orto al fin, CARAJO!!.

Yo siempre fui una traumada de mis dientes, si bien no eran los de Ronaldinho, a mí me tenían algo acomplejada. Tuve los dientes perfectos, mientras me duraron los de leche, cuando me empezaron a cambiar, fue que se vino el “tsunami” de piezas dentales, que claramente no entraban con comodidad en mis NO muy amplios maxilares. Si bien, es cierto que la evolución biológica, nos dio una cara un poco más linda que la de los neanderthales, la verdad, podría haber sido un poco más caritativa, nos achicó las mandíbulas, nos achicó el tamaño de los dientes, PERO NOS DEJÓ LA MISMA CANTIDAD, AL PEDO!!! JELOU, SRA EVOLUCIÓN, CON 28 DIENTES ESTABA BIEN. Esas muelas de juicio del ojete, no nos sirven para un carajo y a casi todo el mundo se las sacan, haciendonos pasar por situaciones traumáticas de extracciones con herramientas desagradables que parecen más bien elementos de tortura, jeringas y agujas enormes, anestesia que nos deja babeando horas. Eso si tenés la suerte de que las tenés algo afuera, porque si están “retenidas”, te toca la peor: LA CIRUGÍA.

Yo perdí en lo que va de tratamiento 8 piezas dentales sanas, siiiiii, 8. Es un montón, lo sé, pensarán que antes de eso era una “tiburona” y tenía dos filas de dientes, pero no, tenía una sola, pero que parecía más bien una fila de cancha de Boca en un clásico, todos apilados y haciendo avalancha para entrar.

Cuando recibí la noticia de poder entrar como paciente de postgrado y así obtener mis ansiados aparatos, casi me caigo de culo de la felicidad (sí, mi felicidad surge por cosas incomprensibles para muchos), por fin, después de mucho tiempo, mi deseo se cumplía. Por fin iba a volverme “linda” luciendo mis dientes acomodados cual teclado de piano.

Después de padecer las gomas interdentales, la cirugía de la última muela de juicio que quedaba, la extracción de mis premolares inferiores y el armado del alambrado, empezaron las sucesivas sensaciones contradictorias que tienen aquellos que por querer “tunearse”, se exponen al sufrimiento.

Comer, ya no será lo mismo, hablar costará algo y salivar será una actividad recurrente en tu vida. Además de que no podés morder bien, te tenés que olvidar de clavarte una bondiola en la costanera, o cualquier otra cosa que venga en medio de un pan francés. Todo lo que ingieras, será retenido en los múltiples alambres que portás, en los del fondo, y en los del frente. Si te queda algo enganchado en los del frente, es un bajón, por eso tenés que andar con el kit de ortodoncia: una cartuchera llena de cepillos de dientes, pasta dental, cera “antirrajadura” de cavidad bucal interna y pinza de cejas, por si se te pianta algún alambre que tenés que acomodar. Yo la llevo en la cartera, todo el tiempo.

Si bien, cuando uno habla, siempre emite microgotas salivales, cuando tenés brackets, se potencia al mil por ciento, es así que te encontrás pasandole el puño a todo, al celular, a la compu, a tus amigos... mejor no hablemos del desastre que puede ser que te hagan reir mientras comés o intentar decir algo sin antes asegurarte de que tragaste por completo el bolo alimenticio (aunque eso nunca sucede, siempre te queda comida un rato). También hacés ruidos que antes no hacías al comer, bueno, al terminar de comer, mejor dicho, cuando “disimuladamente”, intentás desprender por medio de movimientos bucales, aquello que quedó colgando por ahí.

Hablar no es un inconveniente ( si no, no me los hubiera puesto jamás!), pero si querés hablar articulando perfectamente, olvidate, eso no sucederá. Ni te cuento si querés intentar hablar en otro idioma o los problemas higiénicos que causan en el otro los sonidos “ch y “sh”, por ejemplo...

También es un poco tedioso bancarte el gaste de los no “aparatizados”. Ufff, esa manga de incompresibles que te pasa diciendo, “¿cómo podés tener eso?”, “no entiendo por qué exponerse así al sufrimiento, si no tenías los dientes tan torcidos”, “¿querés un chicle?”, “me escupiste”, “hablá bien”, etc. Hacen todo tipo de comentarios con doble sentido pero los que más se escuchan son los referidos al sexo oral y sus consecuencias...

Es incómodo, algunas veces doloroso, es cierto, pero tiene sus cosas positivas. Por ejemplo, dejar de comer. A mí no me funciona mucho, mi instinto gordo ha luchado y ha ganado muchas veces, pero no hay nada como un buen ajuste mensual, para hacer un buen ayuno involuntario. Post ajuste (no todos, pero algunos son muy crudos), empezás a valorar el yogurt, la sopa, el puré, las salchichas y todo aquello comestible de textura BLANDA, cosa de no sentir el dolor “masticacional” sumado al dolor y la tensión dental permanente. Muchas veces, hasta te olvidás de comer, porque te estresás de solo pensar que te va a romper las bolas o lo que te va a doler lavarte los dientes.

Te sirve también para cultivar la paciencia, porque los tiempos ortodoncísticos, son LENTOS. Además, los ortodoncistas, nunca te van a decir una fecha estimativa de desalambramiento, siempre te encajan un “veremos como estás en un tiempo”. Yo no he logrado más que un “a fin de año, esperemos terminar”, o un “venimos bien, pero hay que tener paciencia”. De mientras, pasás de estado en estado, estás hinchado las pelotas, porque querés que te los saquen ya y pensás que al fin y al cabo, no eran tan horribles tus dientes originales, pero reflexionás en que si ya pasó tanto, mejor que termine cuando sea que tenga ser, mientras el resultado sea el que vos esperás.

Visualizar el objetivo, es el mecanismo que te hace resistir con alegría, sin dejar en el medio de carejear cuando olés las garrapiñadas, te morís de ganas de comer un Sugus, querés cortar con los dientes la cinta adhesiva, mirás las fotos en las que saliste riéndote con la boca abierta, escupís a alguien sin querer... yo pienso todos los días en mi sonrisa hipotecada y en lo linda que va a quedar cuando lo que brille sean mis dientes y no el metal.



Age (un fenómeno ortodoncísticamente feliz –de a ratos-)